Saido Berahino saltó
a la consideración del fútbol internacional por su actuación del sábado último
en el empate entre su West Bromwich Albions y Sunderland donde marcó los dos
goles de su equipo. Detrás de la feliz actualidad se esconde un turbulento
pasado en Burundi, su tierra natal.
Burundi es una nación ubicada en la región de los grandes
lagos, al este de África, dentro de una de las regiones más castigadas del
continente negro, entre República Democrática del Congo, Ruanda y Tanzania. Allí,
en Bujumburá, la ciudad capital de un país cuya población contiene sólo un 3,87
por ciento de mayores de 60 años y es el segundo país más pobre de la tierra, nació
el protagonista de nuestra historia de hoy: Saido Berahino.
La alegría de su primer doblete en Premier League, que lo
llevó a alcanzar los siete goles en sus 33 encuentros disputados en la máxima
categoría inglesa y a la lupa del mundo del fútbol inglés, es apenas una
anécdota feliz para un chico que, con sólo 21 años de vida, ya vivió demasiado.
Dentro de un territorio que, pese a la colonización europea
de principios del siglo pasado, mantiene una lucha encarnizada por el poder
entre dos tribus –Hutus y Tutsis-, Berahino, con sólo diez años de edad, perdió a
su padre en la guerra civil que abarcó los últimos años del siglo pasado y el
primer lustro del presente. Sin mucho que perder, él, su madre y su hermana
partieron hacia Inglaterra en 2003 tras pedir asilo político en el país británico,
pero tomaron rumbos diferentes y Berahino fue recibido en custodia mientras
inmigraciones le realizaba los exámenes de ADN buscando localizar a su madre.
Incluso, habiendo encontrado a su madre en Londres, no pudo regresar con ella
hasta tanto las pruebas de ADN arrojaron las coincidencias necesarias para que
pudieran comenzar su nueva vida juntos.
La vida, que se encargó de quitarle la inocencia de su
infancia, le dio a Berahino un regalo que se constituyó en la posibilidad de un
futuro mejor. Esa habilidad que demuestra hoy en The Hawthorns, el coqueto
estadio de West Brom para poco más de 26 mil espectadores, le permitió ingresar
a las divisiones menores de los ‘Baggies’ en 2004, sólo un año después de su
llegada desde el infierno. Probablemente, esa segunda oportunidad que le dio la
vida y la necesidad de encontrar algo de paz interior ante tanto horror, lo
volcaron hacia una ferviente religiosidad cristiana.
Berahino no estuvo exento de algún escándalo. Una pelea en el vestuario con su compañero James Morrison, en el empate ante
Cardiff City en la pasada temporada y un video que mostraba al delantero inhalando
gas hilarante, son parte de un pasado reciente que el nuevo entrenador de WBA,
Alan Irvine, quien le entregó una titularidad que no le habían confiado antes. Deberá controlar desde cerca para que Berahino, que ha representado al
seleccionado inglesa en las categorías menores pero que aún sería elegible para
el seleccionado de su país natal y que ha pasado a préstamos por Nothampton,
Brentford y Petersborough del ascenso inglés, y que debe ser noticia por sus
habilidades con el balón y no por sus actividades extrafutbolísticas.
Las vueltas de la vida le van devolviendo a Berahino una
sonrisa postergada que no pudo ser en la infancia pero que comienza a dibujarse
en un futuro promisorio que ha alertado a la elite del fútbol inglés. Aquel
horror de una etapa que debería ser vivida con alegría e inocencia ha pasado y
las cicatrices, que nunca cerrarán totalmente, van dejando de lado el dolor en
el presente para convertirse en el certificado de la precariedad de la
situación africana. Berahino ha gambeteado a la muerte y a la guerra en Burundi
y aquella pelota hecha con bolsas y cintas con la que dio sus primeros pasos en
un improvisado campo de juego hoy es una esfera llena de esperanza en la
Premier League inglesa.
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