Juan Román Riquelme decidió marcharse de Boca Juniors tras
varios años de idas y vueltas con la dirigencia y continuará su carrera en Argentinos Juniors. El liderazgo de un hombre contestatario al poder dirigencial de nuestro fútbol lo hacen el último de su especie.
El 17 de julio de 2014 será recordado en la historia de Boca
Juniors como el día en que el máximo ídolo de su historia dejó el club. Si bien
su contrato venció el 30 de junio último, las
repetidas y mediatizadas renovaciones de contrato dejaban la sensación
de una nueva extensión del contrato de Juan Román Riquelme con el club de la Ribera que nunca se llegó a cristalizar.
Las sensaciones ante
la situación son encontradas para aquel amante del fútbol y, casi por
lógica, admirador de Román. Como no preguntarse el grado de responsabilidad que tiene Riquelme en todo esto. ¿Qué porción
de poder había adquirido como indiscutible ídolo de una de las parcialidades
más populares del país? ¿Cuánto más protagonismo necesitaba para satisfacer el
ego distintivos de los genios? ¿Cuánto pudo ceder para mantenerse dentro de un
club al que confesaba querer profundamente? Sólo la conciencia del ídolo tiene
respuestas para estas preguntas. Los
demás solo podemos intuirlas.
Lo cierto es que Riquelme jugó con los intereses propios y
ajenos. Defendió sus beneficios tan bien como sostiene el balón bajo la suela.
Gambeteó las advertencias dirigenciales con la elegancia con que se saca de
encima a sus rivales y manejó los tiempos de las negociaciones, el poder de los
micrófonos y los fogonazos de los flashes con la misma prestancia e
inteligencia con la que juega y hace jugar a sus compañeros. Cuando todos
esperaban un nuevo freno en busca de opciones para acercarse a su continuidad en
Boca con un acuerdo más apto a sus necesidades –o reclamos-, miró hacia La
Paternal y sacó un derechazo mortal que deja a la dirigencia ‘xeneize’ sin
posibilidad de reacción con menos de un año y medio de mandato por delante
hasta las elecciones de diciembre del año próximo.
Riquelme, endiosado por muchos, denostado por otros tantos,
pero siempre admirado con el balón en los pies, no hizo más que volver el mundo
del fútbol a aquellos tiempos donde los líderes negociaban contratos y
discutían a brazo partido las condiciones de sus contratos con dirigentes más
aptos que los actuales para defender los intereses del club al que
representaban sin tanto temor al costo político de cada decisión importante.
Aquellos años ochenta donde Norberto Osvaldo Alonso debió dejar al River Plate de
su vida por sus desacuerdos insalvables con el presidente millonario Rafael Aragón
Cabrera y el entrenador, Alfredo Di Stéfano o donde Diego Armando Maradona destruyó una vitrina de la oficina
presidencial del Barcelona porque el club no lo dejaba participar de un
amistoso de nuestra Selección Nacional. Tras eso terminó siendo negociado al Napoli
para hacer historia en un club que se manejó a su gusto, fueron terreno fértil
para estos líderes, ídolos de multitudes, que hacían valer sus derechos
y comenzaban a utilizar su valor comercial.
Estos tiempos no
aceptan a aquellos líderes. El negocio pretende más ovejas y ningún zorro para
funcionar como la máquina de dinero donde sólo unos pocos se enriquecen en
serio y casi nadie, dentro y fuera del terreno de juego quiere escuchar gritos
de disconformidad que pongan en riesgo las intenciones de beneficio propio de
la mayor parte de los dirigentes del fútbol mundial para multiplicar sus
negocios, blanquear riquezas o ingresar en el mundo de la política de estado.
Juan Román Riquelme no es inocente ni mucho menos, pero es
el último exponente de una raza tan complicada para la dirigencia fuera de la
cancha como necesaria para la grandeza de un equipo dentro de ella. Y en un
momento donde se critica al mejor futbolista del mundo por su falta de
liderazgo anímico, el hincha de fútbol debería estar con Román, porque él tiene
el balón en los pies y el grito de pueblo sobre sus espaldas y los dirigentes quieren
manejar la pelota para colocar el pie encima del pueblo. El fútbol es,
principalmente, de los jugadores y el último romántico de nuestro fútbol se lo
llevará a Argentinos Juniors.
muy buenoo!
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