Una pequeña disquisición en torno a la utilización de este calificativo para los futbolistas. ¿Son todos "cracks" los que son señalados de esta manera? ¿Se exagera o el término mutó con el correr del tiempo?
No me gusta ser autorreferencial a la hora de escribir, pero en este caso, es necesario. Es que el disparador de esta nota está ligado a un recuerdo de infancia y a las palabras de mi abuelo Adolfo. Este buen hombre era hincha de Boca, pero en especial, era un hincha de fútbol. Le encantaba; desde que yo era muy chico fue una de esas personas que generó la pasión por la redonda que hoy acarreo.
No me gusta ser autorreferencial a la hora de escribir, pero en este caso, es necesario. Es que el disparador de esta nota está ligado a un recuerdo de infancia y a las palabras de mi abuelo Adolfo. Este buen hombre era hincha de Boca, pero en especial, era un hincha de fútbol. Le encantaba; desde que yo era muy chico fue una de esas personas que generó la pasión por la redonda que hoy acarreo.
Mi abuelo era xeneize como dijimos, pero era apasionado del juego, a punto tal que a uno de sus hijos -mi tío- le puso Bernabé (por Bernabé Ferreyra, el Mortero de Rufino), a pesar de que el delantero hubiera sido figura de Ríver. El punto es que el abuelo Adolfo me contó muchas historias de jugadores, equipos y momentos que había vivido. Así conocí las bondades de Silvio Marzolini o las de la Araña Negra, el mítico arquero soviético Lev Yashin. Sin embargo, todo parecía detenerse cuando de su boca salía una palabra tan escueta como contundente: "crack".
La usaba en contadísimas oportunidades y según creo hoy a la distancia (hace más de 19 años que lo perdí), en su catálogo de figuras poco más de una decena podían llegar a tal status. Ser crack era algo para elegidos, de unos pocos, de un grupo selecto.
Esa palabra luego la dejé de escuchar. Y no porque no hubiera buenos futbolistas, pero yo solo la había escuchado de boca de mi abuelo y una vez que se murió, parecía demodé pues ya nadie la usaba. Claro, eran los noventas y era más usual hablar de "máster", "capo", "súper" o algo por el estilo.
Sin embargo, todo vuelve. Bien o mal, pero vuelve. Entonces, hace unos años (imposible que pueda determinar cuánto, pero diría que es algo de los últimos siete años), comenzó a hacerse común en mis oídos la palabra "crack"; sí, aquella que para mí era no solo excepcional, sino casi sagrada.
No hace falta tener una gran trayectoria, logros repetidos, una continuidad de rendimientos buenos. Hoy todos nos lanzamos a tildar de "cracks" a muchos, muchísimos jugadores por año. Incluso en CR tenemos una sección de "cracks del futuro". En las redes sociales la situación se replica a la enésima potencia: un caño, una gambeta, algún gol de buena factura, poco basta para que lleguemos a la sentencia definitiva.
Por supuesto, en mi cabeza esta contradicción nace de lo particular de mi historia para con el término, pero, ¿podríamos hacer un esbozo de la definición de "crack"? ¿Qué es y qué no es un crack"?
Vamos a ver qué dice la Academia, y nos encontramos con que la RAE define crack de tres maneras, una de ellas ligadas al deporte. Además de ser una droga derivada de la cocaína y de un caballo vencedor en las carreras, un crack es un "deportista de extraordinaria calidad". El término, si bien es claro, tiene una carga demasiado subjetiva.
¿Qué es algo extraordinario? ¿Cómo lo mensuramos, cuándo pasa la barrera de lo común? Intentando acercarnos a algunos elementos, podríamos considerar que un crack, precisamente para ser un deportista de extraordinaria calidad, debería tener sí o sí algunas características: calidad técnica, un carácter acorde, entendimiento táctico o tal vez cualidades físicas excepcionales.
¿Puede haber un crack que no sea tal sin tener alguna de estas condiciones? Rápidamente se me aparece el nombre de Juan Román Riquelme, uno de los pocos cracks del fútbol local. Posee tres de las cuatro (excluyendo el apartado físico), pero su comprensión del juego y su capacidad técnica de desarrollarlo es tan grande que nadie que se digne de entender un poco de esto podría decir que Riquelme no ha sido un crack.
Por supuesto, aquel que conjuga las cuatro variantes citadas más arriba cataloga al cien por cien. Pero en ese grupo solo aparecen esos futbolistas que han entrado al Olimpo del fútbol. Pelé, Cruyff, Maradona, Messi, Di Stefano; todos ellos completan los cuatro puntos del formulario.
Ahora bien, volviendo al punto original del artículo, ¿a todos esos que llamamos cracks, realmente lo son? Piénsenlo. No es que los términos deban ser compartimientos estancos, pero tal vez tendríamos que rever un poquito lo que decimos. Es que ese mismo latiguillo apresurado ante algún buen rendimiento se vuelve en contra si el jugador en cuestión tiene una pequeña mala racha. Y ahí quizás sea tildado de "amargo", "pechofrío" o algo por el estilo...
¿Qué es algo extraordinario? ¿Cómo lo mensuramos, cuándo pasa la barrera de lo común? Intentando acercarnos a algunos elementos, podríamos considerar que un crack, precisamente para ser un deportista de extraordinaria calidad, debería tener sí o sí algunas características: calidad técnica, un carácter acorde, entendimiento táctico o tal vez cualidades físicas excepcionales.
¿Puede haber un crack que no sea tal sin tener alguna de estas condiciones? Rápidamente se me aparece el nombre de Juan Román Riquelme, uno de los pocos cracks del fútbol local. Posee tres de las cuatro (excluyendo el apartado físico), pero su comprensión del juego y su capacidad técnica de desarrollarlo es tan grande que nadie que se digne de entender un poco de esto podría decir que Riquelme no ha sido un crack.
Por supuesto, aquel que conjuga las cuatro variantes citadas más arriba cataloga al cien por cien. Pero en ese grupo solo aparecen esos futbolistas que han entrado al Olimpo del fútbol. Pelé, Cruyff, Maradona, Messi, Di Stefano; todos ellos completan los cuatro puntos del formulario.
Ahora bien, volviendo al punto original del artículo, ¿a todos esos que llamamos cracks, realmente lo son? Piénsenlo. No es que los términos deban ser compartimientos estancos, pero tal vez tendríamos que rever un poquito lo que decimos. Es que ese mismo latiguillo apresurado ante algún buen rendimiento se vuelve en contra si el jugador en cuestión tiene una pequeña mala racha. Y ahí quizás sea tildado de "amargo", "pechofrío" o algo por el estilo...
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