Un crack que maravilló al fútbol mundial en la década del '60 y que nos dejó hace unos días. La Pantera de Mozambique, ídolo en Portugal, primer gran futbolista africano.
Se nos fue una perla del fútbol, la Perla Negra, y con él un montón de jugadas, títulos y goles que gracias a Internet, actualmente, y en un futuro, podremos ofrecerles a nuestros 'herederos del virus fútbol' en forma de obsequio.
En días en los que solo se habla del Balón de Oro, Eusébio Ferreira da Silva, cosechó el suyo en 1965. Un año más tarde justificaría dicho premio consagrándose goleador de la Primera División de Portugal con su Benfica, y máximo artillero del Mundial de Inglaterra en 1966 con 9 gritos en 6 cotejos.
Cuando Vasco da Gama alcanzó por primera vez la costa de Mozambique (África Oriental Portuguesa) en su viaje hacia la India, allá por 1498, jamás imaginó que aquella tierra en el norte llamada Lourenço Marques (hoy Maputo, su capital) iba a engendrar al mejor jugador de la historia de Portugal.
Portugal la colonizó en 1505, hasta 1975 cuando Mozambique se independizó, tras un proceso que no se ahorró disputas militares al igual que como ocurriera en Angola, país también colonizado por Portugal. Eusébio con 33 primaveras, justamente en ese año tan importante para su país de origen, abandonaba Benfica para emigrar hacia Estados Unidos, más exactamente al Boston Minutemen.
Atrás quedaban años de éxito, Copas de Campeones (Champions League), 11 Ligas, 5 Taças, 376 partidos, 374 goles y la curiosa anécdota de su rechazo al Sporting de Portugal cuando un amigo suyo había conseguido una prueba para el mozambiqueño. Su explicación era que él se sentía superior a todos los jugadores que actuaban en aquel Sporting.
Benfica aprovechó la ocasión y le dio una oportunidad; el muchacho moreno no la desaprovechó y anotó un hat-trick en París ante el Santos del Pelé, maquillando una derrota 5-3 desde su salida en el segundo acto.
Dos cracks |
Su historia es como la de muchos otros chicos que viven, hoy en día, situaciones extremas de hambre, frío y conflictos socio-políticos en distintas partes del mundo. A ellos, como a Eusébio, lo que más les ilusiona es jugar al fútbol, olvidar la tristeza dándole patadas a un balón. Así lo vivió el goleador en su niñez, en el barrio de Mafalala, Maputo.
Su humilde familia estaba compuesta por su padre, un trabajador del ferrocarril, y Elisa Anissabeni, su madre, que se hizo cargo de forma exclusiva del cuidado del niño, tras la muerte por tétanos del progenitor, cuando Eusébio tenía 8 años. Criado en una sociedad extremadamente pobre, faltaba a clases de la escuela para ir a jugar al fútbol descalzo, en cualquier partido que se organizara de forma espontanea y en cualquier reducto.
Poseía muchas virtudes, como la gran capacidad de visualización del hueco indicado en el momento justo para recibir y anotar. Sí, recibir y anotar, así podríamos definir su 'vida' futbolística. Estamos hablando de un delantero que, salvo excepciones, no perdonaba delante del arco rival. No se ponía nervioso y con mucha sangre fría, aumentaba sus cifras goleadoras año sí, año también.
Además de su gran apreciación táctica y orientación en el campo, tenía una velocidad física que acompañaba siempre a su rapidez mental. Sin duda, un adelantado para aquellos tiempos y aquellos defensores rústicos.
Tras su fallecimiento a los 71 años, se declararon tres días de luto por el Gobierno de Portugal. Más de 10.000 personas se acercaron en silencio e inundadas por la tristeza al cortejo fúnebre que se dio en el Estádio Da Luz.
Nos ha dejado un gran futbolista y persona, humilde y amable, capaz de ganarse los aplausos de todo Wembley en una final de Copa de Campeones en 1968 ante el Manchester United. Con empate a un gol, suyo fue un disparo que despejó de forma providente el meta, Stepney, al que elogió tras la jugada, dándole varias palmadas en la espalda, dejando de lado la decepción para felicitar al rival. El resultado final sería 4-1 para los ingleses, pero el gesto quedó para la historia.
Tanto en Mozambique como en Portugal, sus habitantes deben sentirse muy orgullosos de haber criado a un fenómeno del balompié. Una historia de amor entre patrias que puede repetirse en la piel de Clésio. Un atacante de 19 años nacido en Maputo y que, actualmente, forma parte del plantel filial, el del Benfica II...
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