Colombia ya se siente prácticamente en el Mundial aunque las matemáticas aún indiquen algo más de cautela. Nuestro cronista estuvo en Barranquilla y nos cuenta cómo se vivió una jornada dantesca con todos los ingredientes.
La nación entera, sin distinción, miraba al Metropolitano. Lo veía días antes. Lo soñaba. La Selección tenía 23 puntos. Tres más la metían de cabeza en Brasil. Luego de fallar para Corea-Japón, Alemania y Sudáfrica, estaba muy cerca del país de O Rei. La costa norte era el destino común de la mayoría de las personas congregadas días antes en los aeropuertos. Muchos vuelos se retrasaron. A las personas, las aerolíneas les dijeron "Espera un poco más". Así como a Colombia desde Francia 98. "Espera un poco más".
Así tuvieron que esperar 50 millones de colombianos para ver a la Selección enfrentar a Ecuador. Tuvieron que aguardar por causa de un aguacero bíblico que convirtió la cancha en piscina natural. El público impaciente clamaba por su escuadra, que ni aparecía en el túnel de los vestuarios sobre la hora de inicio. Salieron. Los primeros 45 minutos pasaron rápido. El equipo visitante terminó sangrando, y la tribuna, cual circo romano, pedía goleada, finiquitar al rival. Quería que acabara la espera que desde el siglo pasado está presente: "¡No más esperar!"
Lo que pasó fue que Ecuador salió a pelear. Morir de pie. Casi consigue amargar a un país que no admitía otra cosa que no fuera la certeza de estar en el Mundial. Por suerte, Ayoví, desde los 11 metros, la envió desviada. Pero antes, hubo que esperar más. La iluminación presentó una avería. Esperar, tic, tac. Luego, Ospina cayó casi inconsciente. Preocupación, y esperar más y más. El sentimiento al momento del penal era unánime: miedo. Terror, y negación a soportar un partido más sin estar en Brasil.
Colombia terminó pidiendo la hora, pero con felicidad, exclamó: "¡No esperaremos más!" Ni la lluvia, ni las fallas técnicas, ni la impaciencia, ni el rival, ni un altercado la haría esperar. Para la celebración, pirotecnia, papelillos, abrazos y sonrisas. La casa de la selección era alegría desbordada, el sentir de un pueblo que volvía a estar en la máxima cita del balompié. Un país que siente en las entrañas el fútbol. Los cafeteros estarán en su quinto Mundial. Gracias a un grupo de jugadores comprometidos, y guiados por un maestro experimentado. Nadie le dirá a Colombia "Espera un poco más". No hasta Brasil. Luego, se verá. Mientras, a celebrar.
Lo que pasó fue que Ecuador salió a pelear. Morir de pie. Casi consigue amargar a un país que no admitía otra cosa que no fuera la certeza de estar en el Mundial. Por suerte, Ayoví, desde los 11 metros, la envió desviada. Pero antes, hubo que esperar más. La iluminación presentó una avería. Esperar, tic, tac. Luego, Ospina cayó casi inconsciente. Preocupación, y esperar más y más. El sentimiento al momento del penal era unánime: miedo. Terror, y negación a soportar un partido más sin estar en Brasil.
Colombia terminó pidiendo la hora, pero con felicidad, exclamó: "¡No esperaremos más!" Ni la lluvia, ni las fallas técnicas, ni la impaciencia, ni el rival, ni un altercado la haría esperar. Para la celebración, pirotecnia, papelillos, abrazos y sonrisas. La casa de la selección era alegría desbordada, el sentir de un pueblo que volvía a estar en la máxima cita del balompié. Un país que siente en las entrañas el fútbol. Los cafeteros estarán en su quinto Mundial. Gracias a un grupo de jugadores comprometidos, y guiados por un maestro experimentado. Nadie le dirá a Colombia "Espera un poco más". No hasta Brasil. Luego, se verá. Mientras, a celebrar.
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