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Complejo de Messi

El Barcelona se metió por sexta vez consecutiva en las semifinales de la Champions League. Jugaba mal y era menos que el PSG, pero entró el rosarino -condicionado físicamente- y los catalanes se reactivaron. Algunos rendimientos individuales fueron bajísimos en los locales; los parisinos perdonaron.




¿Cuándo debía sentir más la ausencia de Messi el Barcelona? ¿A mitad de juego en el Parque de los Príncipes tras una primera parte discreta o en la vuelta en Camp Nou tras una semana sin el rosarino y habiendo goleado en el medio al Mallorca? La lógica indicaba que en el primer caso, pero en el fútbol se sabe que no siempre dos más dos son cuatro.

La impronta inicial de los catalanes fue la de siempre, los primeros quince minutos de hecho fueron más que aceptables. Pero bastó que el PSG atacara una vez para que todos los temores se le vinieran encima al Barcelona. El recuerdo de esos buenos 35 minutos sin Messi en París pareció no pesar y pese a estar en ventaja en el marcador, había mucho nerviosismo.

El conjunto francés también hizo lo suyo. Algunos puntos claves: Verratti fue figura; era el termómetro de la presión del PSG, cuando se le pegó a Xavi, el de Terrassa no jugó más (se nota que está lejos de su nivel el "6"). A su vez, Lucas por la derecha cada vez que rompía la primera línea de presión se hacía casi imparabale. 


Pastore anotó y se perdió el segundo

Ibrahimovic jugó sin lo peor de él: el egoísmo. El sueco puso de cara al gol a Lavezzi en la primera parte y a Pastore en la segunda; el cordobés sentenció y el rosarino no. Si el ex Nápoli tuviera mayor efectividad en sus resoluciones en los últimos 25 metros, sería un jugador top. Hoy, en la primera mitad, desperdició tres jugadas claras.

A los buenos rendimientos y la idea colectiva del PSG, sustentada en la solvencia de Thiago Silva (excelente en todas las facetas del juego), del otro lado los acompañó el pésimo nivel de algunos jugadores muy importantes. Busquets debe haber jugado el peor partido de su vida; entregas erróneas por doquier y cierta liviandad cuando el juego exigía mayor tensión. Villa y Cesc partieron al Barcelona y no desnivelaron nunca; peor el ex Arsenal que no sólo no atacó espacios, sino que además tuvo algunos disparos pobres.

Sólo Iniesta desequilibraba hasta el ingreso de él. Messí, por cuestiones psicológicas, pero también por aspectos futbolísticos, fue el revulsivo del equipo de Vilanova. Empezó a asociarse con los blaugranas ya en desventaja y pese a no realizar sus típicas apiladas ni disparar a la valla de Sirigu, le dio volumen de juego y tranquilidad a los locales.


Aparece en las difíciles

Si Iniesta ya estaba encendido, con la entrada del rosarino se potenció. Sólo un acierto le dio la clasificación al Barcelona: Messi realizó un dribbling, puso el pase justo a Villa quien cedió hacia Pedro y el canario, con otro gol clave, clavó un zurdazo bárbaro. Fue notorio por demás el cambio del conjunto culé cuando entró el crack. Quizás otras variantes también hubieran crecido el nivel colectivo, ninguna hubiera significado lo mismo en lo psicológico.

Otra hubiera sido la historia si Pastore, luego de su gol a los 10 del complemento, remataba la faena en las dos ocasiones que tuvo. Era actuación consagratoria (por los goles más que por su preponderancia en el juego de su equipo) y terminó siendo anécdota

Para apuntar también el buen ingreso de Bartra en la faz defensiva -aún con errores con la pelota- luego de la salida de Adriano y las correctas intervenciones de Valdés en los momentos claves. Lo que venga para este Barcelona, será otra historia. Llega como el que exhibió más debilidades en los cruces mano a mano, pero a la vez cuenta con el diferencial de Messi. 

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