Casi todos los equipos tienen sus caudillos, pero esta máxima no es sólo para las instituciones, porque también los hay en las Selecciones y hoy hablaremos de Carlos Pavón, el goleador histórico de Honduras. Nuestro corresponsal en México suelta su magia para explicar la grandeza de un jugador que hizo que su seleccionado vaya a un Mundial
Hablar de Carlos Pavón Plummer, es hablar de un tipo que,
primordialmente en su Selección, siempre dio la cara cuando los demás le
necesitaron, que puso lo que había que poner en determinado momento para salvar
una derrota inevitable, una eliminación trágica, por eso debe considerársele
como un caudillo, como el último caudillo del fútbol catracho, porque supo… a
base de tesón y entrega, convertirse en el goleador histórico de la selección
hondureña.
Encontrar al día de hoy, a un futbolista que se jacte de ser
un caudillo o al que los demás reconozcan como tal, no es tarea sencilla,
porque jugadores así son difíciles de encontrar. Tipos capaces de respetar la
esencia del juego, que tengan bien claro lo que significa la responsabilidad de
ser el espíritu de un grupo, de alentar cuando todo parezca perdido, de saber
que sumando todas las voluntades de sus coequiperos, marcarán la diferencia, la
diferencia entre el cielo y el infierno (?) entre ganar o perder.
Eso, es lo que se espera de un caudillo, alguien a quien el
hincha le tiene una fe ciega, al que sus compañeros respetan. El caudillo está
por encima de sus aptitudes futbolísticas, porque un caño lo tira cualquiera,
un gol lo anota cualquiera, desde el más letal centrodelantero, hasta el más
rústico defensa central; pero el caudillo, deja las piernas, la garganta, el
alma cada vez que salta a la cancha. De voluntad inquebrantable, así fue siempre
que defendió los colores de su selección, Carlos Pavón.
La sombra voladora anotó su primer gol con la selección allá
por el lejano 1995, y desde entonces no paró de mandarla a guardar, gol a gol
fue convirtiendo su historia en un legado para quienes tuvieron la fortuna de
verlo, y que a partir de ahora contarán y mitificarán sus gestas.
Honduras es un país cuyo principal deporte es el fútbol, la
gente le profesa un amor incondicional a su selección, a pesar de las
constantes decepciones que viven cada cuatro años al no poder asistir a la máxima
fiesta del balompié mundial. En ese contexto se encontraban los catrachos rumbo
a Sudáfrica 2010, una eliminatoria regular los tenía con posibilidades
matemáticas de asistir al continente negro. Veinte años se iban a cumplir ese
verano, desde que Honduras supo decir presente en un Mundial de Fútbol. Por lo
que, las esperanzas, las ilusiones y los anhelos de un pueblo, recaían en las
espaldas del capitán del seleccionado: Carlos Pavón, que jugaba su cuarta
eliminatoria mundialista y que, en cada una de ellas había sabido ser la carta
del gol para los centroamericanos.
Se encontraba en camino de convertirse en leyenda del fútbol
latinoamericano, en ese andar rumbo a Sudáfrica, el ídolo había marcado varios
goles, que aún le eran insuficientes a Honduras para clasificarse, sin embargo,
a falta de dos partidos, tenían la clasificación al alcance. Dependían de ellos
mismos, y con esa confianza recibieron a la poderosa (?) selección de los
Estados Unidos. La victoria era obligada, y parecía al alcance, más aún cuando
“El Rambo” de León marcó el primero y puso a soñar a miles de fanáticos en San
Pedro Sula. Pero la selección de las barras y las estrellas lo dio vuelta y se
puso 3 a 1, cerca del final nuevamente “El Rambo” descontó y la esperanza de
una posible remontada estaba latente. El tiempo transcurría y el destino quiso
darle a Pavón Plummer la posibilidad de devolver a Honduras a una Copa del Mundo,
después de dos décadas. Penalti para los catrachos y el amago de fiesta en todo
el pueblo hondureño, pero Carlos voló su disparo y no pudo escapar de la
lapidación del pueblo entero, con el match concluido, esa sensación de que su
máxima figura los había dejado desamparados era el sentimiento generalizado.
Pero Pavón no es un tipo que se caiga a la primera, por algo
en su país le dicen “El ídolo” y él supo estar en el momento exacto en el lugar
preciso, para volver a aparecer como tantas otras veces. Acostumbrado está a
ser el tipo mediático en el que todos se amparan cuando no ven la luz… ¿Porqué
no habría de aparecer nuevamente?
Y fue días después del yerro, cuando, por la última fecha demostró
que la entereza emocional, está solo a disposición de los más grandes, de
aquellos que han sido capaces de soportar la presión de un país entero. Ese día
ante El Salvador y con la clasificación comprometida, el 9, el capitán, se
levantó más que todos en el área y con un sólido testarazo depositó a su selección
en la cita mundialista. No podía ser otro que ese, que se levanta de la
adversidad, aquel que te atesta el golpe cuando menos lo esperas, el veterano
capitán demostró su valía.
Vamos al mundial!
Porque la grandeza no es exclusiva de aquellas selecciones
que presumen ser potencias... cientos de cruentas batallas libradas por toda
CONCACAF para llegar a la meta, cincuenta y siete alaridos provocados en las
gargantas de los catrachos... en todo un país con ansias de gloria, con ansias
de encontrar un referente en quien confiar. La sombra voló por última vez para
llevar a su gente en volandas hasta un territorio nuevo, sólo podía ser él, el
ídolo, el referente, EL ÚLTIMO CAUDILLO CATRACHO.
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