En 1968 la Copa del Generalísimo (hoy Copa del Rey) vio al Barcelona triunfar en el Santiago Bernabéu en la final. Ese choque es recordado como "La final de las botellas" por la actitud tomada por los hinchas locales por el arbitraje y también quedó en la historia por la frase que el presidente culé le espetó a la mujer de un encumbrado referente del gobierno franquista.
España década del
60. Futbolísticamente el Real Madrid domina a piacere la escena ibérica; en el
transcurso de esos años ganaría ocho de las diez ligas disputadas en ese período. En
el plano político, el Franquismo domina con puño de hierro la vida española y
la dictadura lleva ya más de 30 años en el poder, oprimiendo no sólo las
libertades individuales, sino también las culturas autonómicas como la vasca o
la catalana.
Lo que hoy conocemos
como la Copa del
Rey, sin la presencia de la dinastía monárquica, adquirió el nombre de la Copa del Generalísimo. Es lógico;
en un sistema represivo de esas características, prácticamente no había espacio
de la vida pública que no estuviera dominado por el aparato represivo que había
tomado el poder tras la Guerra Civil
de finales de la década del 30.
Por supuesto, el fútbol
al ser elemento clave de la cultura de masas en Europa Occidental (y también en
Latinoamérica) en el Siglo XX no podía escapar a esto. Lejos de ser una
burbuja, era más bien uno de los planos donde de manera más marcada podían
verse las características de esa sociedad; tanto los puntos opresivos como
también las resistencias.
Franco, como había
hecho Mussolini en la Italia Fascista,
intentó cruzar a la identidad nacional a través de la selección de fútbol; así,
la estirpe española estaría plasmada en “La Furia”, mote que apelaba a la supuesta virilidad
del prototipo del hombre español que
ponderaba el franquismo. En notas venideras ya ahondaremos en esta relación y
el origen de este apelativo; simplemente lo nombramos al pasar en estas líneas
para entender el lugar que ocupaba el fútbol dentro del imaginario cultural del
poder y del pueblo.
Así como la selección española casi no obtuvo grandes victorias, el Real Madrid logró hacerse muy fuerte en la década del 50 y se cansó de festejar a nivel continental. Sin embargo, sería en los 60 que los Blancos, comandados dirigencialmente por el mítico Santiago Bernabéu, monopolizarían la competencia doméstica.
Luego de este larguísimo
preámbulo, vamos al foco de esta nota: la final de 1968 de la Copa del Generalísimo, o “La
final de las botellas”. De un lado el Real Madrid, del otro el Barcelona en el
medio un árbitro polémico vinculado al conjunto catalán y de fondo el estadio
de Chamartín. En definitiva, el marco ideal para la tángana.
Más aún, si a poco
de iniciado el partido el visitante se puso adelante. Gol en contra de
Zunzunegui (en verdad golazo; con pifia fea incluida) a los seis minutos de la
etapa inicial. Los de la ciudad condal fueron más en esa primera etapa, y de acuerdo
a lo que indican las crónicas y lo que se puede ver en el resumen de la final,
el número siete del Barcelona, Rifé, volvió loca a la defensa blanca.
Sin embargo, en el
complemento entraría a jugar su papel el árbitro: Antonio Rigo. Mallorquín, su
designación había sido vista de mala manera por el madridismo, es que según se
dice, en la semifinal ante el Atlético de Madrid en Cataluña, Rigo habría
favorecido a los locales.
Esta entrevista que
publicó el diario AS hace unos años, es reveladora de un montón de manejos que
hoy –al menos de manera pública- serían imposibles. Según cuenta el propio
juez, él era el “preferido” del Barcelona en una lista que los propios clubes
armaban para pedir árbitros. Por eso, se ganó la mirada con recelo desde la
capital.
El Barcelona fue una sombra en los 60 |
Antes de pasar a los
hechos, es bueno citar una anécdota apuntada por Rigo que pinta un poco sus
manejos: “Le cuento una.
Arbitraba un partido del Zaragoza. Un jugador me llamó hijo de puta. Le mandé a
la caseta. Vino otro y le dije que había expulsado a su compañero por tal
motivo. Y me dijo: ¿Es que no lo eres? A la caseta se fue. Y llegó un tercero y
me dijo: Has expulsado a dos por decirte la verdad. Pues también a la caseta.
Un año después a Roque Olsen le hicieron entrenador del Zaragoza y me dijo que
él habría echado a los tres del club. Sin embargo, el club me tenía recusado.
Así es el fútbol”.
Volvemos a la final.
El gran punto de la controversia fueron dos supuestos penales no sancionados al
Real Madrid. En particular, uno sobre Serena. El árbitro afirmó que el jugar
merengue se tiró, pero la gente en el estadio no vio lo mismo, y quizás
condicionados por el preconcepto, se desató la locura. Miles de botellas de
vidrio comenzaron a caer sobre el campo de juego, y la imagen, una vez
finalizado el partido, es insólita con la terna arbitral abandonando la cancha
con cara de pavor.
En el Bernabéu cayó de todo |
A partir de este
incidente, comenzó a regir una prohibición oficial para ingresar a los estadios
con botellas de vidrio, algo habitual en esos tiempos. Pero no fue ese el único
motivo por el cual pasó a la historia este choque decisivo (además del batacazo
blaugrana).
Esa jornada, en el palco de autoridades se produjo un entredicho que daría pie a una de las frases de riñón del barcelonismo en esos días. Allí, además del propio Franco, se encontraba parte de su círculo más cercano, entre ellos Camilo Alonso Vega, ministro general de la Gobernación entre 1957 y 1969, y responsable del uso del aparato represivo, el cual utilizó de manera despiadada y feroz.
Por una cuestión
protocolar, junto a Alonso Vega se encontraba su esposa, Ramona Rodríguez
Bustelo, ferviente franquista, pero aún más ferviente aficionada del Real
Madrid. Como decíamos antes, estaba todo dado para la fiesta blanca; era la lógica
y nadie imaginaba la posibilidad de un triunfo catalán. Tampoco hay que pensar
en términos de Maracanazo, pero sí de una sorpresa mayúscula.
Finalizado el match
(y también los botellazos), Doña Ramona estaba fuera de sí. No podía concebir
un triunfo del equipo blaugrana y sorprendiendo a los presentes se quejó de la “derrota
de los españoles”. Recordar el punto mencionado acerca del lugar que ocupaba en
la imaginería nacionalista el Madrid.
Intentando rectificarse,
o de manera socarrona, vaya uno a saber, le dijo a presidente del Barcelona: “Felicidades...
porque Barcelona también es España, ¿no?”. La respuesta de Narcís de Carreras i Guiteras pasó a ser casi
una bandera para el club: “¡Senyora, no fotem!” lo que en catalán quiere decir “Señora,
no joda”.
El presidente con el trofeo en las manos |
Carreras
no sólo es el padre de este dicho (que fue el elegido para un libro publicado en
el 2009 que recorre la historia del club a través de la frases celebres) sino
también de uno que hoy es el leitmotiv del Barcelona. Al asumir, en su discurso
inaugural en ese 1968, dijo que para él, la institución era “més que un club” (“más
que un club”).
La estadía de Carreras al mando del Barcelona no se extendió mucho más y la sequía a nivel ligas siguió hasta 1973, momento en que se cortó una mala racha de 13 años sin títulos en ese plano. De todas maneras, para esa afición que debió sufrir tanto en esos años (y como queda claro no sólo en el campo de juego) esa tarde fue, al menos, una pequeña revancha.
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