Llegó el día de la final entre el Athletic Club de Bilbao y el Atlético
de Madrid. Con el Estadio Nacional de Bucarest como marco, vascos y madrileños
dirimirán al campeón de un certamen que tuvo a los equipos españoles como los
grandes animadores de la competición.
El juego puede presentarse como un duelo de estilos,
como el choque entre entrenadores con percepciones disímiles del juego, como la
disputa entre diferentes filosofías en el concepto de los clubes o bien como un
mano a mano entre los goleadores de ambos equipos. Todas estas visiones pueden
ser válidas a la hora de marcar las diferencias, pero un punto que
probablemente puede unir tanto a leones como colchoneros, es ambos añoran un
pasado (lejano) de mucha más gloria.
Esa gloria fueron a buscar los miles de bilbaínos que
viajaron hasta Rumania, a expensas de un viaje costoso (alrededor de 600 euros)
y una pelea por las entradas que en reventa podían llegar a pagarse por encima
de los 300 euros. 28 años sin títulos y solo una final (la del 2009 ante el
Barcelona en la Copa
del Rey) han marcado el presente cercano de un Athletic que incluso vio
peligrar hace poco menos de un lustro su lugar en la Primera División, aquel que jamás
perdió al igual que el Real Madrid y Barcelona.
Del otro lado, el Atlético de Madrid sí pudo gritar
campeón y festejar en la plaza de Neptuno cuando hace dos años se quedó con
esta copa ante el Fulham y luego revalidó en la Supercopa europea ante
el Inter de Milán. Sin embargo, un hálito de decepción cubre constantemente la
vida del Atlético que comenzó el milenio con un descenso a Segunda División
(demoró dos años en regresar a Primera). La vuelta, estuvo marcada por las
derrotas en el derbi ante el Real y la fuga de sus jóvenes valores a clubes con
mayores aspiraciones (Fernando Torres, Agüero, De Gea).
Marcelo Bielsa llegó a comienzos de temporada al País Vasco y armó una verdadera revolución. Revitalizó a un equipo con algunos diamantes en bruto (Javi Martínez, Iker Muniain, Susaeta) y apoyado en la figura del omnipresente Fernando Llorente imaginó un equipo con su sello: con posesión de pelota, presión alta y una búsqueda constante del arco rival. Como siempre, con armas limpias y eludiendo excusas y teorías conspirativas.
El periplo del Atlético de Madrid ha sido diferente, pero insoslayable, al punto que si hoy se queda con el título, logrará a su vez el récord de triunfos consecutivos en competiciones europeas (hasta ahora son de once y comparte la marca con el Barcelona).
Piensa, Cholo piensa |
Marcelo Bielsa llegó a comienzos de temporada al País Vasco y armó una verdadera revolución. Revitalizó a un equipo con algunos diamantes en bruto (Javi Martínez, Iker Muniain, Susaeta) y apoyado en la figura del omnipresente Fernando Llorente imaginó un equipo con su sello: con posesión de pelota, presión alta y una búsqueda constante del arco rival. Como siempre, con armas limpias y eludiendo excusas y teorías conspirativas.
Sus primeros meses fueron turbulentos, e incluso la
prensa deportiva (mucha que hoy lo alaba) se planteó si podría llegar a estar
al frente del equipo en Navidad. Lo cierto es que la Europa League fue el bálsamo
que sostuvo la idea en el momento en que en Liga los resultados no aparecían.
Luego de una primera ronda de eliminación ante el
Trabzonspor resuelta en los escritorios, la fase de grupos la sorteó con
contundencia, dejando lejos al PSG. En dieciseisavos de final, cuando la Revolución Bielsa
ganaba cada vez más adeptos en San Mamés tras la llegada a la final de la Copa del Rey, superó de
manera angustiosa al Lokomotiv.
En octavos llegaría la piedra fundamental de toda esta
temporada: la serie ante el Manchester United. Victoria con baile tanto en Old
Trafford como en Bilbao y pasaje para medirse ante un durísimo Schalke 04 en
cuartos. Sorteada con autoridad esta etapa, llegó en semis un gran conjunto
como el Sporting de Lisboa. Luego de un juego de ida que fue un 1-2, apareció
todo el ángel y el fútbol de Llorente en la vuelta para ponerse el equipo al
hombro y lograr la clasificación histórica a la final.
El periplo del Atlético de Madrid ha sido diferente, pero insoslayable, al punto que si hoy se queda con el título, logrará a su vez el récord de triunfos consecutivos en competiciones europeas (hasta ahora son de once y comparte la marca con el Barcelona).
Comenzó la temporada con Gregorio Manzano como técnico
y las incógnitas que marcaban las salidas de Agüero, De Gea y la llegada de
Falcao, quien había tenido muy buenos números en Europa League con el Porto. El
equipo jamás encontró su rumbo con Manzano en la Liga, pero sí pudo ir
avanzando en Europa, al punto que logró llegar primero a la zona de grupos
(tras dos etapas eliminatorias) y luego a los dieciseisavos de final.
Sin embargo, en el 2012 Manzano pasó a formar parte
del pasado y llegó Diego Pablo Simeone quien a sabiendas de la posibilidad de
dirigir el Atlético renunció a su cargo en Racing. Desde el vamos también marcó
lo que quería para el Atlético: un equipo ordenado, corto, sólido y
contragolpeador, con mucha dinámica por las bandas. Su declaración de
principios, con frases como “no me interesa la posesión” o “prefiero atacar una
vez por partido y hacer un gol”, le valió muchas críticas. Sin embargo, el
Colchonero dio un giro sobre todo en actitud que cambió el ánimo general.
A medida que en el certamen doméstico el equipo
escalaba posiciones y sumaba minutos sin recibir goles, se aproximaba el debut
europeo de Simeone, en Roma ante la
Lazio que aún peleaba bien arriba en el Calcio. Fue una lección
de simpleza y efectividad de los madrileños que se llevaron un gran triunfo que
ratificaron luego en el Vicente Calderón.
La imagen del ídolo ayudó a que la gente se pusiera
detrás de la ilusión y el equipo comenzó a creer. Un 6-1 en el global ante el
Besiktas turco (con un 3-0 en la siempre difícil Estambul) fue la antesala de
los cuartos ante el Hannover 96 de Alemania. Un gol agónico de Salvio le dio
tranquilidad de cara a la vuelta como visitante que también terminó por 2-1
para los españoles. En semis, no tuvo mayores inconvenientes ante el Valencia
(5-2 en el acumulado).
En la previa, algunos jugadores del Athletic como Andoni Iraola o Ander Herrera (única adquisición que llegó a comienzos de temporada) se
refirieron a la ilusión que les genera poder romper con la sequía de los 28
años y vengar la derrota de 1977 ante la Juventus, en la única final que disputó el club.
A su vez, el lateral derecho señaló que para los canteranos, esta situación es
algo que soñaron “un millón de veces”.
Del otro lado, Falcao salió con el aplomo que le da la
experiencia a hablar de la tranquilidad que debe mantener el equipo de cara a
la final. Simeone, fiel a su estilo, dijo que para su equipo no puede haber
cansancio a esta altura, y en términos muy parecidos habló Bielsa.
Llegó la hora de la verdad. ¿Podrá el juvenil Athletic
romper con la historia reciente y dar ese paso adelante que lo ubique en otro
lugar en el concierto europeo?. ¿O será finalmente el aguerrido equipo de
Simeone el que se quedará con la Europa
League?. En unas horas tendremos la respuesta.
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