Arrancó la Copa América para México y para Bolivia. El primero: el invitado que en otras épocas deslumbró pero que hoy se guarda sus mejores armas para jugar otra Copa, que desdeña la oportunidad de encarar con lo mejor una competición que desde lo deportivo le supondría más, pero que antepone lo económico. El segundo: la selección que más derrotas acumula en su historial de Copa América. Las falencias de uno y otro saltan a la vista.
México trató por los costados pero no encontró reciprocidad en sus hombres más adelantados. Tampoco por dentro encontró la llave para abrir el cerrojo boliviano. Medina nunca halló su lugar en el campo y no pudo ser el enlace entre la media y la delantera que México necesitaba. "Tecatito" Corona fue lo más destacado del equipo, pero sólo no se puede.
Por su parte Bolivia jugó a esperar. Con sus más talentosos jugadores viendo el partido desde el banco, se encomendaron a una individualidad de Moreno Martins o de Ricardo Pedriel (el mejor de Bolivia).
Un 0-0 que no beneficia a ninguno de los dos. Sabor amargo para mexicanos y bolivianos a los que el grupo les depara los rivales más complejos apenas y en el que más allá de los seleccionados de enfrente, jugando así no hay demasiado que agregar.
Negro como su uniforme es el panorama para la Selección mexicana de cara a lo que resta. Bolivia seguramente se irá rápido de la competición, aunque habrá que esperar porque nada está dicho aún.
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