El inolvidable recuerdo del festejo de un tanto que no pasará a la historia. Fútbol en estado puro en latitudes tan exóticas para nosotros. Otra prueba de la universalidad de esta pasión.
El calor abrasa la tarde de la insípida Amman. Un
día más o un día menos, de acuerdo a la visión que se tenga de la vida,
comienza a extinguirse en la ciudad asiática. Los autos se pierden en el cálido
cemento y muchos esperan el último llamado a rezo desde las diferentes
mezquitas.
Parece una jornada más, como cualquiera. En algún
sentido lo es, pero en otro no. Es que los televisores en los negocios, las
oficinas, cafés o gomerías -las muchas que pueblan la capital de Jordania-
entregan la imagen del partido del seleccionado local en tierras de Omán. En
poco más de 15 minutos del segundo tiempo el resultado no dibuja sonrisas en
Amman: pierde Jordania por 1-0 como visitante y así el sueño de alcanzar al
menos un repechaje para llegar al Mundial de Brasil parece cada vez más lejano.
Panorámica de la capital jordana y su anfiteatro romano
Este cronista espía más las caras de la gente que
lo que devuelve el televisor, ya que el espectáculo futbolístico es realmente
pobre. Poco le importa eso a la gente jordana que espera el empate con ansias y
sueños.
Sin embargo no es imposible continuar con el juego, al menos por 20 minutos. Llegamos al humilde hotel que nos aloja y el recepcionista (fanático de Messi, el Barcelona y Argentina, en ese orden) con el conserje están también frente a la caja boba. Las caras no son las mejores: Omán amplió la ventaja a poco del final. Brasil es una quimera para el pueblo jordano.
Ante la pregunta de "qué pasó", las
respuesta del hincha de Messi es lacónica: "We are loosers". Mezcla
de fastidio, resignación y bronca emanada en apenas tres palabras.
Jordania guarda alguna esperanza a´´un
Ya no queda mucho por ver; el juez marcó los tres minutos de agregado y las ilusiones se escurrieron. Resignado yo también, subo al cuarto, apenas restan jugarse 40 segundos.
He ahí la magia de este deporte. Y es que de la nada, disparado de las entrañas de lo más profundo de la ciudad, un grito de gol inunda las calles de Amman. Los bocinazos se replican y los aplausos, en menor cantidad, también llegan a escucharse.
Final del partido en Mascate. Jordania perdió 2-1 uno de esos partidos que no podía dejar escapar y el Mundial le queda lejos. ¿Qué importa? El momento de goce a esa gente no se lo puede quitar nadie. Fútbol en estado puro.
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