Los últimos 20 años del fútbol argentino olímpico es un
verdadero vaivén de glorias y decepciones, sin grises ni escalas. Sin importar
la cantidad de figuras en un plantel u otro, los resultados han sido
llamativamente dispares: desde un bicampeonato hasta, directamente, ni siquiera
clasificar.
Compartió el Grupo B con Ecuador, Uruguay, Chile y Bolivia,
etapa en la que finalizó tercero y fue eliminado sorpresivamente mucho antes de
lo previsto, muy lejos de tener una chance de acceder a Barcelona ’92. Aquel
equipo había generado grandes expectativas por una serie de prometedores
amistosos y un equipo que amenazaba con desplegar un buen juego acompañado por
una buena dosis de contundencia.
Nada de eso ocurrió y los Juegos en tierras catalanas el
fútbol argentino debió verlas por televisión.
Cuatro años más tarde, pero en Mar del Plata, el
seleccionado nacional era conducido por Daniel Alberto Passarella y, otra vez
en el marco del Grupo B, el conjunto nacional iba a pelear por un lugar en
Atlanta ’96, otra vez tener un lugar en un Juego Olímpico luego de Seúl 1988.
Argentina superó sin problemas la primera fase, donde le
tocó enfrentar a Venezuela, Chile, Colombia y Ecuador. Le ganó a los cuatro con
llamativa facilidad con un juego devastador por momentos con la contundencia de
Claudio López, Marcelo Delgado y Hernán Crespo. En el medio acompañaban Matías
Almeyda, Marcelo Gallardo y Ariel Ortega, entre otros.
Ya en la fase final, el equipo del “Kaiser” venció a
Venezuela y Uruguay y, de ganarle a Brasil, con la clasificación de ambos
asegurada, se quedaría con el torneo, sin embargo, la verdeamarilla igualó en
dos el juego sobre la hora y se quedó con el certamen, pero el objetivo de
viajar a Atlanta estaba cumplido.
Ya en tierras norteamericanas, Argentina superó la fase
inicial al superar a Estados Unidos e igualar con Portugal y Túnez. Por los
cuartos de final vapuleó a España y se aseguró jugar por una medalla al
derrotar a los portugueses en semifinales.
La recordada final contra Nigeria dejó a la albiceleste en
las puertas de la gloria olímpica y debió conformarse con la presea plateada.
El segundo puesto fue tomado como un fracaso por la prensa y el mismo plantel,
solamente hay que recordar a Crespo sacándose la medalla del cuello y
guardándola en su bolsillo. El objetivo olímpico seguía siendo esquivo.
Para clasificar a Sydney 2000, el equipo preolímpico no fue
tomado por el entrenador de la selección mayor, sino por el del Sub-20, en este
caso, José Néstor Pekerman, a esa altura bicampeón del mundo en Qatar y
Malasia.
El plantel fue denominado como un auténtico “Dream Team”, ya
que estaba integrado por jóvenes y descollantes figuras como Juan Román
Riquelme, Pablo Aimar, Javier Saviola y Esteban Cambiasso, por nombrar a
algunos.
El certamen se disputó en Brasil en febrero de 2000 y la primera ronda fue superada con dificultades ante rivales como
Paraguay, Perú, Uruguay y Bolivia. Luego, en la fase final cayó ante el local y
Chile y le ganó a Uruguay, pero no alcanzó: Argentina pasó de ser medallista a
no clasificar para la cita en la capital australiana.
Para los Juegos en Atenas, Marcelo Bielsa decidió hacerse
cargo del preolímpico y tras adjudicarse cómodamente el preolímpico de Chile
con figuras como Carlos Tevez, Luis González, César Delgado y Luciano Figueroa,
Argentina llegó a la capital griega como serio candidato y con “refuerzos” como
Javier Saviola, Cristian González y Andrés D’Alessandro.
El equipo del “Loco” ganó todos los partido del certamen y
finalizó campeón con la valla invicta y Tevez, entonces delantero de Boca, como
figura excluyente y goleador del campeonato. La maldición olímpica por fin se
había terminado y de manera contundente, casi con exagerada facilidad.
El pico de rendimiento olímpico tuvo continuidad e idénticos
resultados bajo la conducción de Sergio Batista, cuyo equipo clasificó para
Beijing angustiosamente en el último minuto con gol de Lautaro Acosta a Uruguay
en Paraguay, torneo que también clasificatorio para el Mundial Sub 20.
Lionel Messi, Sergio Agüero, Javier Mascherano y Juan Román
Riquelme se sumaron al plantel que también se consagraría campeón en tierras
chinas. Ángel Di María fue el encargado de sentenciar la final contra los
nigerianos, en la que para muchos fue la revancha de 1996.
Para entonces el oro olímpico se había convertido en una
sana costumbre para las selecciones argentinas, sin embargo, bajo la conducción
de Walter Perazzo, salieron a la luz serias dificultades en la formación de
jugadores y la aparición de “distintos”, hasta allí, una constante en el fútbol
argentino.
Los dirigidos por el ex delantero de San Lorenzo y Boca perdieron
en Perú la chance de defender la doble corona en Londres, sin figuras, sin
ideas y sin proyecto para imaginar lo que será la categoría en los próximos
años.
Argentina pasó de no clasificar a subir al podio a no
clasificar a ser bicampeón a volver a quedarse afuera. Un fiel reflejo de la
falta de continuidad y coherencia en los proyectos juveniles. Unos sí, otros
no, acá juego, acá no, las juveniles son prioridad o directamente quedan afuera
del radar.
En Río de Janeiro 2016 ya ningún resultado que obtenga el
seleccionado argentino será sorpresivo, la historia ha curado de espanto.
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