Nuestro corresponsal de Córdoba se pone nuevamente el traje de historiador, aunque esta vez toca fibras más intimas y relata una historia de una etapa negra para la humanidad. Un grupo de jugadores que se atrevió a pelear contra Aldolf Hitler, pero, obviamente, dentro de una cancha de fútbol
El fútbol es un deporte que genera sensaciones muchas veces
confusas. Nosotros los hinchas nos subimos a la pasión y muchas veces pedimos
mucho más de lo que un simple deporte implica. Nos salteamos la lógica y
apelamos a cábalas, ritos, cantos y dejamos de lado el mundo cada vez que juega
nuestro equipo. Obviamente a los jugadores les exigimos lo mismo y le pedimos
que sientan la camiseta, que jueguen “a muerte”. Claramente se trata sólo de
una expresión, pero hace muchos años hubo un equipo que jugó literalmente el
“Partido de la Muerte”.
Cuando repasamos la historia del fútbol, el nombre de Nikolai
Trusevich seguramente a muchos se nos pasa por alto, no jugó en el Real Madrid,
en el Barcelona ni ganó Balones de Oro. Se trata sólo de un arquero que supo
vestir la camiseta del Dinamo de Kiev y cuya historia merece ser contada.
Pocos hechos históricos me generan más fascinación que la
Segunda Guerra Mundial. Casualidad o no, es en este contexto de terror en el
que se desarrolla la historia de Nikolai y sus compañeros.
Allá por 1941, Europa ya sentía el rigor de las tropas Nazis
y, más precisamente el 19 de septiembre, Kiev caería bajo su control. El mismo
duró hasta el 6 de noviembre de 1943 cuando el llamado “Ejército Rojo” toma
control de la ciudad. Parecería que, en medio de tanto terror el fútbol queda en
un segundo plano, pero por aquél entonces se transformaba en un elemento
considerado clave para los dictadores de turno. Tal es el caso de Adolf Hitler, quien utilizaba el deporte para
demostrar la supuesta superioridad de una raza.
En esos dos años la vida de los habitantes cambió de manera radical y Nikolai no fue la excepción. Pasó de ser el arquero e ídolo del Dinamo a un simple mendigo que buscaba escapar de las fuerzas armadas nazis. Casi al borde de la desnutrición encuentra asilo en una panadería en la que trabajó a cambio de techo y comida. El dueño del local era un hombre de origen checo, quien reconoció a Trusevich mendigando por las calles de Kiev y no sólo lo acobijó sino que además le encomendó la tarea de reclutar a sus ex compañeros. Así fue como logró juntar a siete jugadores del, temporalmente desaparecido, Dinamo y tres del Lokomotiv para conformar un equipo de 11. El combinado se llamó FC Start y, cuando los alemanes se enteraron de su existencia, se creó un torneo hexagonal. Trusevich y sus compañeros jugaron el primer partido un 7 de julio de 1942 y ganaron 7-2. En esa “gira” lograron vencer en todos los partidos, el último ante el Flakelf alemán por 5-3.
Claro está que en los planes del Fürer y de sus tropas nunca
existió la posibilidad de terminar con semejante humillación a cuestas, sino
que la idea era demostrar una ridícula “superioridad de la raza aria” por sobre
sus contrincantes. El Flakelf estaba integrado por miembros de la fuerza aérea
alemana y se dice que era el mejor equipo que el ejército germano podía
presentar. La derrota en manos de un grupo de “panaderos” desnutridos no podía
quedar así y, por ello, se empezó a gestar la revancha que, años más tarde, se
conocería como “El Partido de la Muerte”.
El mismo se jugó el 09 de agosto y las condiciones distaron de ser parciales. El árbitro era “casualmente” un alto oficial de las SS y no había que ser muy lúcido para imaginarse lo que podía suceder en el campo de juego si el FC Start osaba desafiar a los alemanes. Lo más fácil para Trusevich y compañía era dejar que el Flakelf diera rienda suelta a su “lógica” superioridad. Pero no fue así, salieron a defender su honor y ganar el partido.
El colegiado era un seguidor nazi de Francisco Lamolina y el “siga siga” fue la característica reinante en el partido. A Nikolai, nuestro personaje, le partieron la cabeza de una patada y mientras intentaba reponerse le anotaron un gol. Así y todo, los ucranianos se fueron al entretiempo ganando por 2 a 1. A pesar de las amenazas salieron a jugar el segundo tiempo y terminaron venciendo por 4 a 3. Se dice que, terminando el encuentro, Iván Klimenko se ganó el premio mundial a los cojones. Después de gambetear a medio equipo alemán y a punto de hacer el gol, pateó la pelota al medio de la cancha en señal de protesta. Hoy leemos la historia y nos genera una cierta satisfacción, pero si uno se ubica en el contexto no puede evitar que se le ponga la piel de gallina.
El mismo se jugó el 09 de agosto y las condiciones distaron de ser parciales. El árbitro era “casualmente” un alto oficial de las SS y no había que ser muy lúcido para imaginarse lo que podía suceder en el campo de juego si el FC Start osaba desafiar a los alemanes. Lo más fácil para Trusevich y compañía era dejar que el Flakelf diera rienda suelta a su “lógica” superioridad. Pero no fue así, salieron a defender su honor y ganar el partido.
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Nikolai Trusevich y sus compañeros de equipo |
El colegiado era un seguidor nazi de Francisco Lamolina y el “siga siga” fue la característica reinante en el partido. A Nikolai, nuestro personaje, le partieron la cabeza de una patada y mientras intentaba reponerse le anotaron un gol. Así y todo, los ucranianos se fueron al entretiempo ganando por 2 a 1. A pesar de las amenazas salieron a jugar el segundo tiempo y terminaron venciendo por 4 a 3. Se dice que, terminando el encuentro, Iván Klimenko se ganó el premio mundial a los cojones. Después de gambetear a medio equipo alemán y a punto de hacer el gol, pateó la pelota al medio de la cancha en señal de protesta. Hoy leemos la historia y nos genera una cierta satisfacción, pero si uno se ubica en el contexto no puede evitar que se le ponga la piel de gallina.
Lo ocurrido después genera
versiones encontradas. Los soviéticos afirman que, terminado el partido, todos
los jugadores ucranianos fueron fusilados.
No obstante, un sobreviviente contó otra
historia por la cual, al contrario de lo que suponíamos, ese no fue el último
partido del FC Start sino que terminó su curiosa y honrosa historia deportiva
con un categórico 8 a 0 al Rukh. Después de ese encuentro 11 de los jugadores fueron secuestrados, uno
de ellos torturado y asesinado, y los otros fueron enviados a un campo de
concentración en donde tarde o temprano terminaron siguiendo el mismo destino o
simplemente “desapareciendo”. Pero no
terminó ahí, Makar Goncharenko (un sobreviviente) antes de morir relató que, ya
en el régimen de Stalin, a aquellos que lograron escapar de la muerte se los
acusó increíblemente de colaborar con el régimen nazi por haber jugado aquellos
encuentros. A cambio de seguir con vida negociaron su silencio y, recién ante
la caída de la Unión Soviética, se conoció la historia.
Muchos años más tarde, lejos de
la tragedia, lo ocurrido en Kiev inspiró una película hollywoodense llamada
“Escape a la victoria”, la cual contó con figuras estelares a glorias de la
talla de Pelé y Osvaldo Ardiles, más actores con historia en el mundo del cine
como Silvester Stallone y Michael Caine.
Difícilmente el relato que
conocemos sea totalmente fiel a la realidad, pero claramente nos deja una
enseñanza importantísima que nos lleva a repensar el valor de la palabra
“honor”. A veces, cuando nuestros
jugadores se escudan en decisiones arbitrales, mal estado del campo de juego o
mala preparación física, deberíamos contarle la historia del FC Start y
enseñarles que a veces el “honor” y la superación derrumban cualquier adversidad.
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