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Desterrando prejuicios

El equipo revelación con el entrenador debutante. Eduardo Coudet realiza sus primeros pasos como director técnico pero lo demostrado en su primer año deja la vara muy alta. Rosario Central ha sido protagonista del torneo desde la primera fecha. Un equipo con identidad que supo adaptarse a los rivales.

Pocas personas sabían que detrás de aquel jugador carismático, extrovertido y verborrágico, se escondía un personaje que gustaba de observar a fondo el fútbol y que se interesaba en la táctica que sus entrenadores llevaban a cabo en cada partido. También fueron pocos los aventurados que se animaron a detectar en él a un director técnico meticuloso, detallista y obsesivo del juego. Sin embargo a pocas fechas para la finalización del torneo, su equipo se ha ganado el calificativo de revelación, manteniéndose en los primeros puestos durante todo el año, conservando hasta último momento la posibilidad de dar pelea y haciéndose dueño de una identidad reconocible en cualquier cancha. Eduardo “Chacho” Coudet y su Rosario Central, protagonistas del torneo de treinta.

Muy lejano en el tiempo queda aquella victoria en el Cilindro de Avellaneda, en donde el gol de Franco Cervi le quitaba el invicto a Sebastián Saja y le daba los primeros tres puntos al equipo de Coudet. Toda una señal de los tiempos que se acercaban. Pero si de analizar al Chacho Team se trata, debemos irremediablemente hacer hincapié en un momento que divide transversalmente al equipo de Arroyito. La Copa América de Chile, evento que utilizaremos para diferenciar dos equipos diferentes en cuanto a los intérpretes y al esquema utilizado, aunque con muchos puntos en común entre las ideas de juego.

Previo al torneo continental de selecciones el equipo de Coudet jugaba con un esquema 4-2-3-1 en el que la impronta del joven Cervi, sumado a la conexión que surgía entre este y Marco Rubén, eran las armas más fuertes del equipo. Si lo nombráramos de alguna manera podríamos decirle el ‘equipo de Cervi’. En ambos flancos del juvenil se encontraban dos jugadores que hacían las veces de extremos, Jonás Aguirre por un lado, y la vuelta de un viejo conocido como César Delgado, por el otro. En el eje del mediocampo el Chacho utilizaba un doble cinco formado por Nery Domínguez y Damián Musto, detrás de ellos una línea de cuatro que por lo general era ocupada por Pablo Álvarez, Yeimar Gómez Andrade, Alejandro Donatti y Cristian Villagra. Punto de partida retrasado, no temía ceder terreno de juego y salir por las bandas buscando terminar las jugadas con el único delantero y actual goleador del campeonato, Marco Ruben.

Pero el parate de selecciones llegó y el cuerpo técnico trabajó en busca de suplir algunos déficits que interesaban a Coudet para afrontar la segunda parte del campeonato. Uno de los principales conceptos del juego que debían ser mejorados era la salida de la pelota. El Chacho estaba convencido que una primera fase del juego más prolija le iba a permitir obtener superioridad numérica en las siguientes fases del ataque. Incluso durante los primeros meses de competencia llegó a utilizar a Pablo Álvarez de segundo central en busca de ese salto de calidad en la salida por abajo. Bajo esa sintonía y por expreso pedido del director técnico se fichó a Javier Pinola.

El defensor zurdo, con amplia trayectoria en el fútbol alemán, llegó para transformarse en el segundo central en lugar del colombiano Yeimar, tomando la responsabilidad de ser el encargado de subir la pelota desde la primera línea. La diferencia se notó desde un principio. Otro que llegó para sumar fue Marcelo Larrondo, el delantero fue inscripto sobre la hora del cierre del mercado invernal y rápidamente se adueñó de un lugar en el once de gala. Delantero centro de muy buen juego aéreo pero que para nada desprecia el juego asociativo gracias a sus buenas cualidades técnicas. La inclusión del uruguayo como dupla de Ruben obligó al entrenador a cambiar el esquema. Fue así que los rosarinos comenzaron a saltar al campo con un 4-3-1-2 que también puede ser visto como un 4-4-2 con rombo en el medio.

La gran novedad de este segundo equipo fue la aparición de otra de las jóvenes promesas canallas: Giovani Lo Celso. Un mediocampista creativo, que puede jugar de enganche por detrás de los delanteros o de interior recostado a una banda. El juvenil ingresó al once en reemplazo de Cervi a quien las lesiones le hicieron mermar su rendimiento. Lo Celso le dio un pase extra al equipo en los metros finales, menos desequilibrio individual que Cervi, pero mayor capacidad para asociarse con sus compañeros.

Fue así como Rosario Central se transformó fecha a fecha en un equipo con identidad, versátil y adaptable a las exigencias del rival de turno. Supo gestionar las ausencias por lesión y sobre todo la adaptación de aquellos jugadores recién llegados quienes rápidamente hicieron los méritos necesarios para ser tenidos en cuenta. Del primer equipo de Cervi al actual equipo de Pinola y Lo Celso, del doble cinco Musto- Domínguez durante los primeros meses al mediocentro único en la segunda parte, del equipo de los extremos a la dupla de interiores Montoya-Fernández, del único delantero centro a la pareja Ruben-Larrondo. Dos equipos diferentes pero con ideas innegociables.

Los canallas son un equipo en crecimiento que aún está en plena maduración, pero la nota en este primer curso es muy alta. Aún le faltan un par de materias para poder recibirse como candidatazo: plasmar en el resultado un escenario favorable, rematar y definir partidos que el desarrollo así lo pide y no dejar tantos puntos por empates en condición de local; son algunas de estas asignaturas pendientes. El frente continúa abierto en la Copa Argentina y la posibilidad de terminar segundos en el campeonato ilusiona a los rosarinos con la opción de clasificar directo a la Copa Libertadores, un más que interesante premio. De aquel jugador al que todo parecía importarle poco, al detallista y obsesivo entrenador que es hoy, el Chacho y una lección de cómo desterrar prejuicios.

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