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Indignación anestesiada

El cerebro administrativo del fútbol argentino emite un hediondo aroma que dibuja, en este confuso presente, su desgastado y corrompido sistema. Esta situación, por supuesto, salpica a los clubes convivientes bajo la jurisdicción de la Asociación del Fútbol Argentino, generando, salvo raras excepciones, dirigencias con más cuestionamientos que certezas al mando de las instituciones futbolísticas.

Décadas y décadas se sucedieron con una incógnita en la cabeza de varios futboleros:
“¿Qué sucederá el día que no esté Grondona?” La gestión del inamovible JHG se contaminaba cada vez más con el paso del tiempo y su mayor mérito no se basaba en logros futbolísticos sino en haber tornado indescifrable el idioma manejado en los pasillos de Viamonte, siendo únicamente él quien podía interpretarlo y traducirlo para brindar órdenes a sus secuaces y allegados. Los gerenciamientos, los pasivos monumentales y la violencia en el fútbol, se apilaban bajo el sillón del presidente, silencio mediático, en gran parte, cómplice.

El post-grondonismo nos está regalando escenas de una torpeza institucional que podría desnudar dos frentes: O que los dirigentes continúan subestimando de manera asquerosa a los seguidores, hinchas y futboleros, o que realmente el aparato adulterado y manipulado que latía desde el interior de la AFA es verdaderamente inmanejable para los sustitutos del ex presidente, con Luís Segura a la cabeza. El empate en 38 sobre 75 votos posibles es indigno de un error de los comicios: El resultado, y su desenlace, es más bien digno de un sketch de los Monty Python. 

Pero lo llamativo es que el pantano de la máxima institución del fútbol nacional no discrimina poder ó influencia a la hora de tragarse a los ajenos al ala grondonista. Si bien Marcelo Tinelli fue un apadrinado por el fundador de Arsenal de Sarandí, yendo puntualmente a lo sucedido en las elecciones, se presentaba como opositor al neogrondonismo-segurista. Encarnando una especie de mal menor para una porción importante de los futboleros, el empresario de los medios vio burlada su intervención en las votaciones para presidente, gracias al bizarro empate imposible que plasmó aquella jornada. Hasta este momento, Tinelli no pudo con la AFA.

Como si se tratara de un film guionado por Quentin Tarantino, podemos ramificar esta historia eje, recientemente escrita, en diversas situaciones polémicas relacionadas de forma directa o indirecta con secuelas grondonistas. Cuatro años atrás el panorama en Independiente era completamente opuesto al actual. La presidencia de Julio Comparada, sostenida por la inacabable culminación de las obras en el Libertadores de América, llegaba a su fin tras ocho años de gestión que dieron a luz solamente a un título. Javier Cantero, de voz titubeante, anteojos grandes y explicaciones simples y claras, aparecía ante la masividad por vez primera en el debate que televisó El Show del Fútbol en las vísperas de las elecciones del 2011. 

Era un socio común y corriente que poco a poco ganaba lugar entre potenciales candidatos al poder rojo. Tanto en aquella transmisión como en las elecciones, marcó una alta diferencia positiva con “Cacho” Álvarez, ex intendente de Avellaneda y antiguo aliado comparadista. Un perfecto desconocido vencía a un importante cuadro político y a simple vista representaba vientos de cambio tras ocho años de nefasta gestión pseudo-empresarial. “El club es de los socios” se volvió un himno y el clímax de esta serie de acontecimientos inéditos se vislumbró cuando, escoba en mano, Cantero propuso terminar con la mafia barrabrava en los estadios de fútbol. 

En ese génesis del año 2012, aquel eufórico y transpirado Cantero era observado como el representante de la transformación definitiva del fútbol argentino. El pionero de los valientes. El hombre que se atrevió. Un sujeto que a pesar de su escasa experiencia dirigencial estaba recorriendo un trampolín que, más tarde que nunca, lo depositaría en la Asociación del Fútbol Argentino. En la necesidad de realizar una autocrítica, no esperamos a ver a Cantero en praxis, llevando a cabo la jamás realizada recuperación económica de Independiente, ó intentado armar un plantel de buena base futbolística para eludir el descenso. Cantero no llevaba siquiera tres meses de gestión y ya había sido canonizado. Los resultados llevarían su gestión a la ruina total, sus idas y venidas con Grondona no harían más que garabatear cualquier rastro “revolucionario” en su obra y su triste y solitario final motivarían el arder en la fogata del inconsciente colectivo aquellos slogan de #FuerzaCantero que rezaban las redes sociales hace un poco más de tres años.

No hay que subestimar un efecto de lo que le sucedió a Cantero en el fútbol argentino que vino después. La influencia de la caída en desgracia del canterismo se transformó en un nuevo capítulo del Know How del fútbol argentino: Podrás tener ideas maravillosas, pero los resultados mandan. A nivel colectivo, el hecho de que quien encarnaba al hombre común y corriente, que llegaba de la nada a hacerle frente a la porción corrompida del fútbol nacional, haya terminado renunciando de manera escandalosa, lluvia de sillas mediante, con su equipo en la B Nacional y su reputación dañada para siempre, representa el agigantamiento del mito que reza que es mejor el silencio y la complicidad que el atrevimiento. Sin embargo, no hay que dejar de decir que lo que condenó a Cantero fue, sin dudas, el pésimo resultado deportivo que alzó su era al mando de Independiente.

Retomando este 2015 que transita sus últimas páginas, los titulares anunciaban el regreso del gerenciador racinguista Fernando Marín al ámbito deportivo. El hombre de la polémica Blanquiceleste S.A. absorbe, vía Macri, el poderío de las transmisiones futbolísticas en suelo nacional. Un negocio de millones en manos de un hombre de traje y de sociedades anónimas. Es una noticia agria, y no ajena a los campos de AFA: Existe un viraje mucho más empresarial que ¿inevitablemente? el fútbol argentino parece comenzar a emprender. ¿Es eso mejor a lo que teníamos antes? ¿Qué teníamos antes? ¿En los últimos años, en este fútbol nacional, acaso tuvimos algo? Podríamos zambullirnos ahora en el debate respecto a que semejante área corrompida no hace más que maltratar la pasión por el más bello deporte. Ya ni siquiera nos queda el deseo de que “uno de nosotros” aparezca en escena para cambiar el panorama. Naturalizamos los problemas y nuestro poder de sorpresa se encuentra adormecido, cualquier cosa puede suceder en los pasillos de AFA. Desde designaciones de árbitros polémicas a adulterar una elección frente a las cámaras de televisión.

Hablar de un fútbol nuevo, con justicia y transparencia, sería recurrir a utopías juveniles cual panfleto anarquista repartido en algún corredor de la Facultad de Sociales.  Ya ni siquiera la mediática (y bizarra) “resistencia” que Alejandro Fantino craneaba desde la conducción de El Show del Fútbol continua en pie. Fue una batalla virtual dada por finalizada respuesta del viraje que tuvo el programa, tras el giro del conductor hacia el periodismo político. Nada sucedió realmente.

Nada sucedió realmente. Esa es la frase que de alguna manera nos golpea. Aún aunque haya sucedido algo ilegal, polémico o desprolijo, será como si nada hubiese ocurrido. Nos vamos a olvidar porque nos ganó la situación. El punto final de este escrito abarca la reelección de Daniel Angelici como presidente de Boca Juniors. Opositores al macrista denunciaban a los gritos la idea del mandatario de convertir La Bombonera en una cancha de tenis, ó desviar su actividad eje en un escenario multiuso, atentado a su posición de tesoro geográfico del fútbol. Pero no importó. ¿Qué más da? ¿Acaso las alternativas a él eran demasiado distintas? ¿Quizá sí? Ya está todo dicho. Ni siquiera el mote de inexplicable le cabe a estas situaciones que devora el fútbol argentino porque sería minimizar un análisis que sin dudas es necesario, pero continúa siendo ineficiente. Atascada en su propia mediocridad, la institucionalidad del fútbol argentino continua perdiendo valor y sentido minuto a minuto.

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