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La templanza de Miroslav

Se alaban los proyectos y los equipos de largo plazo, siempre y cuando no sea nuestro caso. Alemania y su tan mentada planificación "solo" ganó un Mundial luego de varias decepciones en torneos de élite. 




"Ever tried. Ever fail. No matter. Try again. Fail again. Fail better." Wostward Ho. (1983) Samuel Beckett

Miroslav Klose, el mayor goleador en la historia de las Copas del Mundo y protagonista principal de la Selección Alemana, pudo haber terminado su periplo con el equipo teutón sin lograr títulos si: Palacio hubiera definido por abajo, Rizzoli cobraba el penalazo de Neuer, Messi acertaba al arco, Higuaín definía mejor y toda esa cantinela que ya conocemos. 

Miroslav Klose, el mortífero delantero que formó parte de manera protagónica de las últimas tres eliminaciones argentinas en los Mundiales, no fue un eterno ganador con la Mannschaft. Ganador, ay, ser ganador. Qué querrá decir este término. ¿Se puede ser ganador con un equipo y perdedor con otro? ¿Es un chip que se sube y se baja como el muñequito de Krusty? Como sea, acumuló sinsabores durante muchos años, durante muchos torneos.

Se nos hizo conocido una madrugada argentina cuando del otro lado del globo terráqueo le metía un triplete a Arabia Saudita en un 8-0. Parecía que solo hacía goles de cabeza, que era técnicamente limitado. Alemania fue subcampeón y sorpresa, ya que no se esperaba demasiado de aquel conjunto. En el 2004 sapeó en la Euro 2004 y llegaban a su Mundial envueltos en dudas. Jürgen Kilnsmann, Joachim Löw y el comienzo de un proceso a nivel selecciones -que ya había iniciado a nivel formativo desde hacía seis años antes- que prometía ser renovador dejó al local en un tercer puesto meritorio y que también dejó a todos conformes en Deutschland: a priori se temía un pápelón en casa

Y Klose seguía mejorando, y aportando cosas a su juego y sumando goles y goles en etapas eliminatorias. Así llegó a la Euro 2008 ya sin Klinsmann pero sí con su ayudante como sucesor. Alemania fue finalista, daba otro paso adelante, y quedaba a las puertas del título ante España. Y todos volvieron a irse conformes; pese a que hacía 12 años que no obtenían una copa, se entendía que el equipo estaba creciendo, que debía dar esos pasos para alcanzar a las potencias que se habían escapado. 

Dos años después Alemania llegó a Sudáfrica con el equipo más joven de la Copa del mundo. Plagado de chicos sub 23, Löw y los suyos pasaron la fase de grupos y en octavos y cuartos golearon a Inglaterra y Argentina. Klose seguía metiendo goles en Mundiales y se acercaba al gran Ronaldo. Pero la derrota -con baile incluido- ante España fue un golpe duro. Se reconocía la superioridad ibérica, pero ya el ánimo en Alemania no era el mismo, el alcanzar ese umbral próximo a la coronación empezaba a hacerse insuficiente. Sí, estaban los Kroos, Müller, Boateng, Neuer, Marin que prometían a futuro, pero otros comenzaban a ser vistos de reojo. 

Euro 2012, con una España algo cansada y sin David Villa, Alemania era la máxima favorita. Otra Eliminatoria inapelable y un fútbol de alto vuelo la ponían adelante en las casas de apuestas. Variantes de todo tipo y color y la aparición de más jóvenes para seguir la renovación transformaban la confianza en presión. Y Alemania se pinchó. Die Mannschaft perdió ante su bestia negra, Italia, en semifinales y más de uno puso el grito en el cielo. El tan mentado proyecto fue señalado de mala manera, se tildó al núcleo de ese grupo de perdedores, segundones y toda clase de apelativos. En la Federación y dentro del seno del plantel y el cuerpo técnico la confianza en el trabajo realizado era total, pero la tormenta se dejaba oír afuera

Así llegó Alemania a Brasil, con, además, un Bayern multicampeón y un Borussia Dormtund maravilloso, que dotaban de futbolistas al Seleccionado. Fuera de Alemania todos elogiaban su proyecto formativo y la continuidad en la conducción en el primer equipo desde el 2005. Puertas adentro, se dudaba de si este grupo tenía esa capacidad necesaria para dar ese paso adelante y dejar de lado tantas frustraciones a las puertas de la gloria. 

Klose, en el epílogo de su carrera, también podría haber desistido. Podría haber creído que jamás se le daría, que nunca podría gritar campeón con su selección, que el techo ya había sido alcanzado. Pero una vez más se sumó al proyecto, con un lugar un poco menos estelar, pero siempre importante. Y así, en Brasil logró todo junto: ser el máximo goleador de la historia de los Mundiales, endosarle al Scratch en su casa el inolvidable 7-1 y finalmente ser campeón, en la final ante Argentina. Y podría haber sido diferente, porque una final es un partido solo y como todos lo recordamos varias circunstancias terminaron decantándose para un lado. Si eso hubiera ocurrido, ¿la ponderación de Klose y su ciclo con Alemania hubiera variado? ¿Ese proyecto con el cual muchos se llenan la boca, tendría menos valor intrínseco?

Argentina llegó a dos finales seguidas. Y las perdió a ambas. Con matices diferentes, muy diferentes, pero con un mismo resultado. La anterior, en 2007, también fue derrota. Pasaron 12 años desde la primera vez que Miroslav Klose estuvo a las puertas de la gloria, hasta que finalmente pudo alzar una copa. En Rusia se cumplirán once desde aquella caída en Maracaibo ante Brasil. Una lástima haber desperdiciado dos (o tres, si evaluamos de manera global el ciclo Basile) procesos con entrenadores que no estaban a la altura de las circunstancias y que, además, tampoco tenían los méritos necesarios como para tener ese lugar. 

Es más potable creer que el logro llegará luego de hacer los méritos para alcanzarlo, como le pasó a Alemania. Siempre y cuando se mantenga cierta línea y continuidad. Para eso es vital el análisis, la proyección, la previsualización y la convicción. En todos los actores. Más allá de todo lo que se esté diciendo en el ambiente. 

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